Ando en la tierra que me vio nacer, mi Distrito Federal, es por eso que he andado alejada de la red de redes, pues aquí no tengo Internet. Y temo que algunos piensen que he muerto pues no me he conectado en el Messenger, ni he twitteado, ni actualizado el blog, ni mandado mails cadena, ni nada. Ahora que lo pienso estar fuera de la red es como no existir: no existir virtualmente. Y si uno no existe virtualmente no es nadie en el mundo “real”.
¿Que qué hago en el D.F.? Pues lo que toda persona con una pizca de responsabilidad debe hacer tarde o temprano: buscar trabajo. ¿Lo conseguiré? No lo sé, eso será motivo de otro post, porque hasta el momento todo es incierto.
Lo que me ha sorprendido de mi estancia en el D.F. es la nostalgia que me ha rodeado; pues regresar a la casa (departamento en realidad) que me vio crecer y pasar mis años mozos me llena de recuerdos que inevitablemente me ponen en un estado nostálgico. Porque no cabe duda de que conforme vamos creciendo vamos cambiando nuestra forma de ser y pensar, pero echar un vistazo atrás nos hace ver la dimensión de nuestros cambios. A mí, por ejemplo, me sorprendió ver que antes era una niña muy ñoña que miraba la vida con alegría y optimismo, tan solo hay que leer mi diario o las cartas que escribía (muchas de ellas nunca fueron enviadas). Ahora soy una persona que ve a la vida con desconfianza y recelo; pero bah, eso es harina de otro costal.
Todo aquí me produce nostalgia: caminar por las calles que caminé, pasar por la escuela donde estudié, ver a los vecinos de antes y que ya no te reconozcan, pasar por la casa donde vivió el primer amor y saber que él ya no se asomará por esa ventana. Pero también me sorprende el hecho de que en algunas ocasiones extraño algunas cosas que dejé en Querétaro. Y he llegado a la conclusión de que el hombre siempre extraña lo que se le va de las manos; el extrañar es un estado natural, no importa qué extrañemos, siempre debemos extrañar algo.
¿Que qué hago en el D.F.? Pues lo que toda persona con una pizca de responsabilidad debe hacer tarde o temprano: buscar trabajo. ¿Lo conseguiré? No lo sé, eso será motivo de otro post, porque hasta el momento todo es incierto.
Lo que me ha sorprendido de mi estancia en el D.F. es la nostalgia que me ha rodeado; pues regresar a la casa (departamento en realidad) que me vio crecer y pasar mis años mozos me llena de recuerdos que inevitablemente me ponen en un estado nostálgico. Porque no cabe duda de que conforme vamos creciendo vamos cambiando nuestra forma de ser y pensar, pero echar un vistazo atrás nos hace ver la dimensión de nuestros cambios. A mí, por ejemplo, me sorprendió ver que antes era una niña muy ñoña que miraba la vida con alegría y optimismo, tan solo hay que leer mi diario o las cartas que escribía (muchas de ellas nunca fueron enviadas). Ahora soy una persona que ve a la vida con desconfianza y recelo; pero bah, eso es harina de otro costal.
Todo aquí me produce nostalgia: caminar por las calles que caminé, pasar por la escuela donde estudié, ver a los vecinos de antes y que ya no te reconozcan, pasar por la casa donde vivió el primer amor y saber que él ya no se asomará por esa ventana. Pero también me sorprende el hecho de que en algunas ocasiones extraño algunas cosas que dejé en Querétaro. Y he llegado a la conclusión de que el hombre siempre extraña lo que se le va de las manos; el extrañar es un estado natural, no importa qué extrañemos, siempre debemos extrañar algo.
2 comentarios:
La nostalgia es buena... a veces.
pero verdad que lo que mas extrañas es a mi y mis drogas? :D
ya regrésate drug!
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