Ya estoy de nuevo en Querétaro ¿Y cómo me recibe la ciudad? Con una infección en la garganta que me hizo desear drogarme para no sentir dolor (¡uy drogas!). Querétaro has ganado una batalla pero no la guerra, no señor.
Regresé después de haber ido al Motorokr fest (para mayores informes lean las miles de reseñas que seguramente hay en los miles de blogs que andan circulando por ahí). Puedo decir a mi favor que sobreviví dicho festival, después de haber peleado por mi vida, de soportar los empujones, los codazos, los pisotones; de haberme caído durante Kids de MGMT (amo a MGMT) y haberme levantado como si nada (en realidad me levantaron y no supe cómo). Lo bueno que casi siempre pude colarme hasta adelante, pero a un precio muy alto (pregúntenle a mis pies).
Los festivales deberían estar prohibidos, realmente es una grosería que haya bandas tan buenas una tras otra, no hay tiempo ni de respirar. Al final del día uno termina como si le hubiera pasado una aplanadora encima. Pero a pesar de eso, valen mucho la pena, porque uno puede sacar sus frustraciones y enojos gritando como loco y golpeando al de junto. Porque las miles de personas que nos reunimos ahí, sabemos que aunque sea por una, dos o tres horas, podemos hacer uso del anonimato que nos dan las masas y actuar como desquiciados sin importar el ridículo.
Oh sí, amo los festivales.
1 comentario:
Yo odio los festivales pero amé ver a tres de mis bandas favoritas de corrido.
Los fleming liiiiiiips, yeah!!!
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